MODULO 1A: NACIONALISMO POPULAR REVOLUCIONARIO

“Los teóricos izquierdistas de los partidos marxistas internacionales elaboran en detalle sus doctrinas, teorías y programas revolucionarios. Se pasan en ellos años y ajustando su organización. Cualquier día de esos vienen los nacionalistas y realizan, sin tanta teoría, la revolución posible. Para los países capitalistas son más peligrosos los nacionalistas revolucionarios que los dogmáticos marxistas.” J. Gerassi Nuestra Patria es América Paulo Freire decía que el hombre primero debió leer al mundo para luego escribirlo y volverlo a leer. El hombre leyó su entorno natural y descubrió el sentido de su pertenencia, su raíz, también se identifico con los hombres que lo acompañaban en su medio y surgió con ello la identidad. Luego, con el tiempo y en referencia a los padres a esa identidad se la llamó PATRIA. Acerca de la Patria nunca podrán leer lo mismo aquellos que como Pueblo escribieron y escriben el texto de su propia historia, que aquellos que simplemente se limitaron a la acción de leerla desde una posición ajena. Un Pueblo constituye su identidad como tal si al ver su historia puede historizarse, es por eso que nuestras clases dominantes se han ocupado de negar nuestra historia, porque un Pueblo que se siente heredero de su historia se proyecta y al proyectarse, al soñar y tratar de hacer esos sueños realidad difícil es frenarlo. Nuestra primera Patria es América, por eso nuestro patriotismo es inseparable de nuestro Latinoamericanismo. De la misma manera, Patria y Pueblo son inseparables. La Patria es una tarea, un deber y nunca un lugar de llegada, y es esa tarea que los humildes han hecho carne en las luchas por la liberación de las que debemos apropiarnos. No hay ni ha habido transformación a lo largo de la historia que no enraíce en las tradiciones de lucha del Pueblo que las realiza: todos los procesos revolucionarios de nuestro continente y el Tercer Mundo se entroncaron con las luchas y las identidades nacionales y populares que los precedieron y encontraron en las raíces profundas de sus pueblos los fundamentos para proyectarse y ser consecuentes con su momento histórico. Nación y clase, nacionalismo revolucionario y nacionalismo burgués En los países dependientes, el sentimiento y la conciencia nacionales de las masas explotadas y humilladas por los amos extranjeros y sus socios nativos constituye el motor fundamental de la lucha de liberación social. La patria es en ellos una oposición real, áspera, cotidiana, de las clases sociales nacionales y antinacionales entre sí. El rasgo fundamental de una nación es una política propia. Un pueblo, aunque tenga territorio, no es una nación sino la posee. O sea, cuando alguna fuerza contrarresta esa política propia. Una política propia no es dable sin el gobierno de los comandos de la economía nacional. No hay nación sin ese requisito. Es la certeza de esa voluntad autónoma la que nutre en su seno la posición nacionalista. El nacionalismo de las colonias a diferencia del nacionalismo de las naciones opresoras, no tiende a encerrarse en sí mismo, sino a proyectarse fuera de sí como reclamo de libertad; el nacionalismo de los países oprimidos no ambiciona la superioridad, como las naciones opresoras, sino la igualdad de todos los pueblos; el nacionalismo de los países oprimidos levanta la bandera no de un destino predestinado e inmutable sino su divisa a la vida histórica sin grilletes; el nacionalismo de los pueblos oprimidos no exalta a su pueblo por encima de los otros. Tal cual lo hacen las naciones opresoras. El nacionalismo de los pueblos oprimidos no es el “nacionalismo” de las oligarquías indígenas cuyos intereses de clase esclavizan al país entero bajo directivas foráneas. El nacionalismo de los pueblos oprimidos es, efectivamente, un nacionalismo de clase contra la apostasía de las clases dirigentes vendidas al extranjero. Concebido como el proceso de desenvolvimiento histórico de la conciencia nacional en las masas accediendo a niveles superiores en las luchas sociales y políticas que va desencadenando, el nacionalismo revolucionario expresa sucesivas aproximaciones a la recuperación de la nación por y para las propias masas. Recuperación total, que es reapropiación total a nivel social por parte del hombre de todos los productos de su actividad creativa (la riqueza social) con los cuales se conforma cada nación y que en la sociedad capitalista son coercitivamente incautados por la clase burguesa. Queda claro, entonces, que el nivel más elevado de conciencia social es aquel en el cual la lucha nacional contra la opresión externa se consustancia conscientemente con la lucha social interna contra toda forma de opresión, ya que una y otra se intercondicionan. Los Movimientos de Liberación Nacional Tenemos que tener claro que la liberación sólo es posible si es encarnada por los movimientos de masas, por el Pueblo organizado. Sólo la participación y el protagonismo popular de carácter masivo pueden hacer posible un gran movimiento de liberación nacional y social. Es en movimientos de liberación, la forma en la que se han ido encuadrando los humildes en distintas etapas de nuestra historia, la de Latinoamérica y el Tercer Mundo, es la forma que más se adecúa a la complejidad de nuestro Pueblo y porque las revoluciones, parafraseando a Mao, se parecen “más a una comparsa que a un desfile militar”. construcción del Poder Popular, es en el proceso de liberación como camino y caminar que debemos ir construyendo el germen de aquel hombre nuevo que preconizaba el “Che”, ese hombre que no se puede inventar sino que va a surgir del actual, que en el camino va ir creando relaciones humanas, sociales y políticas diferentes. Nacionalismo revolucionario en la Argentina El nacionalismo revolucionario constituye el resultado, permanentemente enriquecido y depurado, de un proceso que abarca la experiencia de las luchas de las masas populares a lo largo de toda nuestra historia. El nacionalismo revolucionario se expresa como una continuidad histórica, es decir, que hay un nexo que se prolonga desde nuestros orígenes, identificando las masas desposeídas no sólo por su condición común, en su enorme mayoría, de trabajadores asalariados, sino también por su nucleamiento en las diversas formas de movimiento nacional: montoneras, yrigoyenismo, peronismo. Continuidad histórica de un bloque social enfrentado a la oligarquía y al imperialismo y en el cual va ganando el centro del accionar, paulatinamente, la clase trabajadora. Podemos resumir los momentos principales del Movimiento Nacional en nuestra historia hasta la aparición del peronismo, de la siguiente manera: 1) Las masas, fundamentalmente los pueblos del interior, con un proyecto autónomo con respecto al imperialismo y la oligarquía; por otro lado, el proceso de consolidación de la oligarquía como clase y como poder (hasta 1880). 2) Es derrotado el proyecto popular, las montoneras son aniquiladas, la oligarquía agroexportadora se consolida como clase y constituye el Estado oligárquico. 3) El Yrigoyenismo significa una nueva relación entre las masas y el poder, el Estado oligárquico se derrumba, y en 1930 la oligarquía asume descarnadamente su poder. 4) El peronismo produce un salto revolucionario en la relación entre las masas y el poder, hay una redefinición de la conciencia de los trabajadores a partir de su condición e identificación políticas (la de peronistas) y abre un período nuevo en la historia argentina, marcada por el rol protagónico del pueblo, y la imposibilidad de equilibrio del Estado burgués y el sistema capitalista dependiente. Las luchas que la clase trabajadora intensificó a partir de 1900 fueron el resultado de la confluencia de la experiencia y las ideas que los anarquistas y los marxistas traían de Europa, y la combatividad histórica de las masas criollas, hasta unas décadas atrás habían combatido a la oligarquía, lideradas por López Jordán, último caudillo argentino. Sin embargo, anarquistas y marxistas lograron grados de inserción muy endebles en cuanto a identificación y conducción política de las masas. Los socialistas, con un proyecto reformista, lograron un cierto reconocimiento electoral, pero luego, sobre todo después de la conducta evidenciada por ellos durante la Semana Trágica, se estancaron y escindieron, tanto de las masas como del marxismo. Esta alienación está directamente relacionada a su incomprensión de la cuestión nacional y su relación con la lucha de clases, y el papel protagónico que desempeñó el yrigoyenismo en ella. Fueron incapaces de interpretar el fenómeno revolucionario en su despliegue concreto, que muy bien resumió Jauretche: “E1 pensamiento político de la oligarquía gobernante, como el de los unitarios que lo precedían antes de Caseros, partía de supuestos necesarios, que eran la adaptación del país a instituciones políticas y sistemas económicos y sociales predeterminados, moldes dentro de los cuales había de desarrollarse la nacionalidad, que se consideraban universales, pero que sólo eran la mezcla confusa de las formas establecidas en los países de la ‘civilización’, entendiendo por tal un reducido sector de Europa y los Estados Unidos, renunciando a toda tentativa de una creación original. Pero la presencia del pueblo en el Estado como instrumento vivo de la nación ponía en conflicto el molde con el país cada vez que éste expresaba, en razón de sus propias razones, la necesidad de soluciones imprevistas por los teóricos, que reventaban el corsé impuesto a la realidad... Entre la voluntad de creación auténtica y original de las multitudes, manifestadas según los modos de su realidad, y la pretensión de que esa realidad se ajustase a los modos de importación preestablecidos, conflicto que se repite cada vez que la democracia real, presencia del pueblo en el Estado, se pone en contradicción con la democracia formal de nuestros titulados demócratas. Y no es historia antigua decir que la democracia, según sus mentores habituales, necesita suspender su ejercicio cada vez que empieza a funcionar pues contraría las previsiones democráticas de los ideólogos de la democracia”. (A. Jauretche, FORJA y la década infame). El radicalismo surge como una fuerza nacional capaz de interpretar, aún contradictoriamente, los contenidos históricos del movimiento de masas. En ese sentido cumplió una misión revolucionaria, como años después reivindicó FORJA. En el gobierno, de sus propios actos no devino otra cosa que una modificación, una actitud reformista, que no llegó a tocar los resortes básicos del poder de la oligarquía; pero sin embargo, el radicalismo cumplió esa misión revolucionaria porque demostró que el Estado liberal y democrático que la oligarquía proclamaba, no resistía ser llevado hasta sus últimas consecuencias. El radicalismo hizo saltar los resortes del Estado liberal que nunca más pudo reconstituirse; y lo que es más importante, los hizo añicos con la presencia popular. El radicalismo, digamos mejor: el yrigoyenismo, fue un movimiento político que concitó a las masas, en medio de profundas contradicciones que llevaron al gobierno a ejecutar grandes represiones, y que esas mismas masas enfrentaron en diversas batallas. Puntos culminantes de esta contradicción, como vimos, son los fusilamientos de la Patagonia, y la Semana Trágica en 1919. Contradicciones explicables a la luz de un gobierno que no ha llegado al poder, y de un poder que sigue en manos de la oligarquía, que puede darse el lujo entonces de prescindir del gobierno para seguir disfrutando de los privilegios que da ese poder. Pero el yrigoyenismo, por sobre esas contradicciones, exhibe una importancia histórica fundamental: es el nexo entre las derrotadas masas del siglo pasado, sus idearios nacionales, y el futuro eclosionar del peronismo. Es un paso fundamental en el movimiento social de la clase trabajadora argentina, que prefigura el gran salto revolucionario que significará el peronismo. Porque sobre condiciones sociales objetivas, dadas, sobre una masa trabajadora ya existente, el peronismo a partir del 45 hace cobrar a esa masa conciencia de sí misma, organiza su fuerza y le da una orientación que tiene la capacidad de reproducir objetivos cada vez más avanzados en términos históricos. El peronismo se contrapone, ubicándose en el bloque masas trabajadoras/nación, al bloque oligárquico e imperialista. Así, este proceso de conflicto permanente entre las clases sociales aparece también como el proceso entre la nación y el Estado: la nación, objetivo popular de su lucha por la liberación y también su intento de organización; el Estado, búsqueda permanente por parte de las clases dominantes de un equilibrio que le permita ejercer su poder y disfrutar de los privilegios que le otorga la explotación del pueblo. La unidad entre nación y Estado aparece en nuestra historia en los contados momentos, revolucionarios, en que el pueblo desempeña un rol protagónico y decisivo. Es entonces en el seno de este proceso que aparece, se define y se consolida la clase trabajadora en el seno del Movimiento Nacional, evolucionando y construyendo su hegemonía. Por eso, como decían los compañeros de las FAP en un documento de 1969, somos peronistas porque confiamos en el Pueblo, sentimos con él y no lo consideramos como algo “arrastrable” por una secta de iluminados. Nuestro método puede ser sólo uno: tomar las reivindicaciones populares como bandera, llevarlas a la victoria, y avanzar hacia otras superiores. VOLVER MENU PRINCIPAL