MODULO DE FORMACION

LA MILITANCIA ORGANIZADA, EL CUADRO Y LA CONDUCCIÓN POLÍTICA Hacia el Movimiento de Liberación Nacional Fernández Huidobro, uno de los fundadores del MLN Tupamaros, en uno de sus libros, relata la historia de su organización. La narración comienza a principios del 60 y corta en el año 68, en el momento de auge de los tupas. Para explicar por qué había decidido interrumpir su relato en ese punto, el Ñato dice algo así como: “Hasta acá llega la historia que podemos contar nosotros, los tupas originarios. A partir de ese momento la historia del MLN se convierte en historia de multitudes, entrelazándose con la historia del pueblo uruguayo que se lanza masivamente a la lucha. En el año 68, dice Huidobro, pusimos en manos del pueblo uruguayo la herramienta que habíamos sabido construir…” Con estas palabras el Ñato Huidobro cierra el libro. La JP Evita nace como expresión y herramienta organizativa de la juventud del Movimiento Evita, y su objetivo se inscribe en esa misma dirección: aportar desde el dinamismo y la organización de los jóvenes de nuestra Patria a la recreación del Movimiento Nacional, que es el cauce político mediante el cual los pueblos del Tercer Mundo luchan para liberarse de su situación de dependencia e injusticia social. Nos asumimos como herederos, como un eslabón más en la larga cadena de luchas populares que tuvieron su expresión social y política en los malones que resistieron la conquista, en las milicias populares que enfrentaron las invasiones inglesas, en los ejércitos libertadores de San Martín y Bolívar, en las montoneras federales que dieron batalla al liberalismo porteño, en el gauchaje que a las órdenes de Rosas defendió nuestra soberanía en Vuelta de Obligado, y ya en el siglo XX, en el yrigoyenismo y en el peronismo, que extiende su influencia hasta nuestros días, volviendo en esta nueva etapa política a revitalizarse desde sus vertientes más transformadoras y movilizadoras, renovando el sentido popular y revolucionario de sus símbolos y consignas. Pero esta tarea de contribuir a la refundación del Movimiento Nacional implica constituirse como fuerza política organizada, con inserción social, capacidad de movilización y confrontación, y con unidad de concepción y unidad de acción, esto es con una estructuración militante dinámica y multiplicadora de la política. La lucha política implica básicamente dos voluntades opuestas que accionan la una contra la otra. El enemigo, el Imperio, está organizado y tiene sus herramientas. Nosotros tenemos por delante un momento histórico en nuestra Patria Grande, y de lo que se trata es de poner en pie al Movimiento Nacional para vencer al imperialismo, porque sin la organización y el protagonismo popular no hay procesos de cambio profundo. La militancia organizada: principios y potencialidades El asumir la militancia en el marco de un proyecto colectivo y de manera organizada, es una decisión consciente que encarna una ruptura con el individualismo liberal con el fin de potenciar las fuerzas transformadoras de nuestro pueblo. Militar de manera organizada nos permite pensar la realidad política y nuestra intervención en ella desde una mirada de conjunto que establece las prioridades, los objetivos principales y los secundarios, imprimiendo a nuestras prácticas una perspectiva estratégica. La construcción de militancia organizada es también la construcción de una fuerza moral, una voluntad con un mandato histórico: el deber de vencer. La voluntad de victoria es la fuerza, el motor que nos empuja siempre un paso más allá de lo que nuestras fuerzas pueden dar. ¿Quién hubiera imaginado que ese puñado de valientes que sobrevivió al desastroso desembarco del Granma, sufriendo un gran número de bajas, y que con muchas dificultades pudo volver a reunirse, iba a llevar adelante la gran revolución cubana? Nuestro objetivo es entonces, recrear el Movimiento Nacional; nuestro punto de apoyo: la militancia organizada; y nuestra tarea: expresar y organizar las necesidades populares y conducirlas políticamente. Unidad de concepción y unidad de acción La unidad de concepción y la unidad de acción se logran mediante un proceso permanente de acción y reflexión política colectiva que debemos estar continuamente atentos de profundizar y sistematizar. Esto implica asumir desde todos los compañeros: que la JP Evita debe ser escuela de formación política a partir de la lectura y la discusión y de la producción propia, que la JP Evita es escuela de formación política a partir del desarrollo de una practica concreta anudada a los problemas mas profundos de nuestro Pueblo que la JP Evita debe ser escuela de organización, inculcando en los compañeros el valor de la acción colectiva y organizada y socializando criterios y herramientas para las distintas tareas que deben realizarse, que la JP Evita es escuela de compromiso y responsabilidad que hace de cada compañero un puntal imprescindible, allí donde le toque estar. Porque cada compañero debe comprender su función, su misión en la conducción de conjunto, y realizarla dando lo mejor de sí, ya que de de cada una de las funciones depende el conjunto, que la JP Evita es escuela de compañerismo y mística revolucionaria, porque es en donde cada compañero y cada compañera se hacen fuertes afirmados en la causa que nos guía y en la confianza profunda en el conjunto y en sí mismos. Este proceso continuo, que se funda en la elaboración y en la ejecución colectiva de la política, debe tener como objetivo formar y formarnos permanentemente como conductores y organizadores, como cuadros políticos que se integran racionalmente a una disciplina de conjunto, aportando iniciativa, propuesta y dinamismo en función de la gran tarea que nos pusimos por delante: la Liberación definitiva de nuestra Patria y la felicidad de nuestro pueblo. El cuadro, columna vertebral de la Revolución (fragmentos) Ernesto Che Guevara Innecesario sería insistir en las características de nuestra Revolución, en la forma original, con algunos rasgos de espontaneidad, con que se produjo el tránsito de una revolución nacional libertadora, a una revolución socialista y en el cúmulo de etapas vividas a toda prisa en el curso de este desarrollo, que fue dirigido por los mismos actores de la epopeya inicial del Moncada, pasando por el Granma y terminando en la declaración de carácter socialista de la Revolución cubana. Nuevos simpatizantes, cuadros, organizaciones, se fueron sumando a la endeble estructura orgánica del movimiento inicial, hasta constituir el aluvión de pueblo que caracteriza nuestra Revolución. Cuando se hizo patente que en Cuba una nueva clase social tomaba definitivamente el mando, se vieron también las grandes limitaciones que tendría en el ejercicio del poder estatal a causa de las condiciones en que encontráramos el Estado, sin cuadros para desarrollar el cúmulo enorme de tareas que debían cumplirse en el aparato estatal, en la organización política y en todo el frente económico. Todos cumplimos el papel como buenamente pudimos, pero no fue sin penas ni apuros. Muchos errores se cometieron en la parte administrativa del Ejecutivo, enormes fallas se cometieron por parte de los nuevos administradores de empresas, que tenían responsabilidades demasiado grandes en sus manos, y grandes y costosos errores cometimos también en el aparato político que, poco a poco, fue cayendo en una tranquila y placentera burocracia, identificado casi como trampolín para ascensos y para cargos burocráticos de mayor o menor cuantía, desligado totalmente de las masas. El eje central de nuestros errores está en nuestra falta de sentimiento de la realidad en un momento dado, pero la herramienta que nos faltó, lo que fue embotando nuestra capacidad de percepción y convirtiendo al partido en un ente burocrático, poniendo en peligro la administración y la producción, fue la falta de cuadros desarrollados a nivel medio. La política de cuadros se hacía evidente como sinónimo de política de masas; establecer nuevamente el contacto con las masas, contacto estrechamente mantenido por la Revolución en la primera época de su vida, era la consigna. Pero establecerlo a través de algún tipo de aparato que permitiera sacarle el mayor provecho, tanto en la percepción de todos los latidos de las masas como en la transmisión de orientaciones políticas, que en muchos casos solamente fueron dadas por intervenciones personales del Primer Ministro Fidel Castro o de algunos otros líderes de la Revolución. A esta altura podemos preguntarnos, ¿qué es un cuadro? Debemos decir que, un cuadro es un individuo que ha alcanzado el suficiente desarrollo político como para poder interpretar las grandes directivas emanadas del poder central, hacerlas suyas y transmitirlas como orientación a la masa, percibiendo además las manifestaciones que esta haga de sus deseos y sus motivaciones más íntimas. Es un individuo de disciplina ideológica y administrativa, que conoce y practica el centralismo democrático y sabe valorar las contradicciones existentes en el método para aprovechar al máximo sus múltiples facetas; que sabe practicar en la producción el principio de la discusión colectiva y decisión y responsabilidad únicas, cuya fidelidad está probada y cuyo valor físico y moral se ha desarrollado al compás de su desarrollo ideológico, de tal manera que está dispuesto siempre a afrontar cualquier debate y a responder hasta con su vida de la buena marcha de la Revolución. Es, además, un individuo con capacidad de análisis propio, lo que le permite tomar las decisiones necesarias y practicar la iniciativa creadora de modo que no choque con la disciplina. El cuadro, pues, es un creador, es un dirigente de alta estatura, un técnico de buen nivel político que puede, razonando dialécticamente, llevar adelante su sector de producción o desarrollar a la masa desde su puesto político de dirección. Este ejemplar humano, aparentemente, rodeado de virtudes difíciles de alcanzar, está sin embargo, presente en el pueblo de Cuba y nos lo encontramos día a día. Lo esencial es aprovechar todas las oportunidades que hay para desarrollarlo al máximo, para educarlo, para sacar de cada personalidad el mayor provecho y convertirla en el valor más útil para la nación. El desarrollo de un cuadro se logra en el quehacer diario; pero debe acometerse la tarea, además, de un modo sistemático en escuelas especiales, donde profesores competentes, ejemplos a la vez del alumnado, favorezcan el más rápido ascenso ideológico. En un régimen que inicia la construcción del socialismo, no puede suponerse un cuadro que no tenga un alto desarrollo político, pero por desarrollo político no debe considerarse solo el aprendizaje de la teoría marxista; debe también exigirse la responsabilidad del individuo por sus actos, la disciplina que coarte cualquier debilidad transitoria y que no esté reñida en una alta dosis de iniciativa, la preocupación constante por todos los problemas de la Revolución. Para desarrollarlo hay que empezar, por establecer el principio selectivo en la masa, es allí donde hay que buscar las personalidades nacientes, probadas en el sacrificio o que empiezan ahora a mostrar sus inquietudes, y llevarlas a escuelas especiales, o, en su defecto a cargos de mayor responsabilidad que lo prueben en el trabajo práctico. Para asegurar el triunfo y la consolidación total de la Revolución necesitamos desarrollar cuadros de distintos tipos; el cuadro político que sea la base de nuestras organizaciones de masas, el que oriente a estas a través de la acción del Partido Unido de la Revolución Socialista (ya se están empezando a sentar estas bases con las escuelas nacionales y provinciales de Instrucción Revolucionaria y con los estudios y círculos de estudios a todos los niveles); también se necesitan cuadros militares, para lograr lo cual se puede utilizar la selección que hizo la guerra en nuestros jóvenes combatientes, ya que quedó con vida una buena cantidad sin grandes conocimientos teóricos pero probados en el fuego, probados en las condiciones más duras de la lucha y de una fidelidad a toda prueba hacia el régimen revolucionario, a cuyo nacimiento y desarrollo están íntimamente unidos desde las primeras guerrillas de la Sierra. Debemos promover también cuadros económicos que se dediquen específicamente a las tareas difíciles de la planeación y a las tareas de la organización del Estado Socialista en estos momentos de creación. Es necesario trabajar con los profesionales, impulsando a los jóvenes a seguir alguna de las carreras técnicas más importantes, para tentar de darle a la ciencia el tono de entusiasmo ideológico que garantice un desarrollo acelerado. Y es imperativo crear el equipo administrativo que sepa aprovechar y acoplar los conocimientos técnicos específicos de los demás y orientar las empresas y otras organizaciones del Estado para acoplarlas al fuerte ritmo de la Revolución. Para todos ellos, el denominador común es la claridad política. Esta no consiste en el apoyo incondicional o los postulados de la Revolución, sino en un apoyo razonado, en una gran capacidad de sacrificio y en una capacidad dialéctica de análisis que permita hacer continuos aportes, a todos los niveles, a la rica teoría y práctica de la Revolución. Estos compañeros deben seleccionarse de las masas, aplicando el principio único de que el mejor sobresalga y que al mejor se le den las mayores oportunidades de desarrollo. En todos estos lugares, la función del cuadro, a pesar de ocupar frentes distintos, es la misma. El cuadro es la pieza maestra del motor ideológico que es el Partido Unido de la Revolución. Es lo que pudiéramos llamar un tornillo dinámico de este motor; tornillo en cuanto a pieza funcional que asegura su correcto funcionamiento, dinámico en cuanto a que no es un simple transmisor hacia arriba o hacia abajo de lemas o demandas, sino un creador que ayudará al desarrollo de las masas y a la información de los dirigentes, sirviendo de punto de contacto con aquellas. Tiene una importante misión de vigilancia para que no se liquide el gran espíritu de la Revolución, para que esta no duerma, no disminuya su ritmo. Es un lugar sensible; transmite lo que viene de la masa y le infunde lo que orienta el Partido. Desarrollar los cuadros, es, pues, una tarea inaplazable del momento. El desarrollo de los cuadros ha sido tomado con gran empeño por el Gobierno Revolucionario; con sus programas de becas siguiendo principios selectivos, con los programas de estudio de los obreros, dando distintas oportunidades de desarrollo tecnológico, con el desarrollo de las escuelas técnicas especiales, con el desarrollo de las escuelas secundarias y las universidades abriendo nuevas carreras, con el desarrollo, en fin, del estudio, el trabajo y la vigilancia revolucionaria como lemas de toda nuestra patria, basados fundamentalmente en la Unión de Jóvenes Comunistas, de donde deben salir los cuadros de todo tipo y aun los cuadros dirigentes de la Revolución en el futuro. Íntimamente ligado al concepto de "cuadro" está el de la capacidad de sacrificio, de demostrar con el propio ejemplo las verdades y consignas de la Revolución. El cuadro, como dirigente político, debe ganarse el respeto de los trabajadores con su acción. Es imprescindible que cuente con la consideración y el cariño de los compañeros a quienes debe guiar por los caminos de vanguardia.